Existe un consenso entre pensadores contemporáneos en referirse al momento que vivimos como la sociedad del conocimiento, un contexto en el que la economía, las formas de organización social y la vida de los individuos están marcados por el desarrollo tecnológico y los avances en el conocimiento científico, el cual deja de ser un proceso que acompaña el progreso de la humanidad para convertirse en el eje mismo de dicho progreso.
En este escenario, las universidades están llamadas a reforzar su papel estratégico como fuentes del conocimiento, como difusoras del mismo, como formadoras del talento necesario en este contexto, y como reguladoras del rigor y solidez del conocimiento que se divulga, con base en su apego a la objetividad y al uso ético y responsable del mismo.
Sin embargo, el siglo XXI trae grandes retos para las universidades al perder el monopolio del saber, el cual se diversifica, se expande y se socializa como nunca antes. Además, las universidades viven complejos procesos de reacomodo, siendo cajas de resonancia de un cambio social, tecnológico y cultural sin precedentes. ¿Cómo construir oportunamente una agenda de reformas universitarias para mantenerlas como instituciones que dan claridad y sentido al cambio? ¿Qué hacer para renovar, si no su misión, sí los mecanismos, estructuras y formas de operar para lograr sus fines?
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