Seamos conscientes o no, nos construyen nuestros enemigos, que es lo mismo que decir que la sociedad siempre está en conflicto. Hace más de una década, las señales del agotamiento del modelo neoliberal ya estaban presentes, sin embargo, no quisimos verlas.
El libro Política para indiferentes. El desgobierno de las palabras nos muestra cómo, cuando cortamos todas las raíces que nos atan a nuestros principios morales, cercenamos nuestra propia humanidad. Y entonces, en nuestro desgobierno de las palabras tenemos que escribir nuevas voces en el diccionario, como ecoansiedad o futurofobia. Al no acertar en señalar como enemigos al hambre, la pobreza, la enfermedad, la explotación, la opresión, la desigualdad, el destrozo medioambiental, la guerra y la violencia, se convierten en enemigos la igualdad, la libertad, la fraternidad, la paz, la sostenibilidad, el internacionalismo y la esperanza. Y las palabras, robado el diccionario por quienes defienden lo individual frente a lo colectivo, es decir, el mercado frente al Estado, no vienen a ayudarnos a ponerle nombre a tanto desgobierno.
Frente a soluciones individuales, esta suerte de antimanual es una propuesta de “autoayuda colectiva” como introducción a la política con mayúsculas, aquella que, en tiempos de mudanza, sirve al desarrollo virtuoso de la comunidad frente a la que se expresa de manera degenerada en la oligarquía de unos pocos o la demagogia de muchos.
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